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Si estoy escribiendo este artículo, es porque es lo único que podía haber pasado en este momento. Si este artículo llega a tus manos ahora, es porque todo llega en el momento indicado.
Ni antes, ni después.
Cuando estamos preparados para que algo comience en nuestras vidas, es cuando comenzará. Nada de lo que sucede podría haber sido de otra manera. Cada situación nos regala algo que necesitábamos aprender para continuar con nuestro camino.
Lo mismo ocurre con las personas que llegan a nuestra vida. Cada persona con la que nos relacionamos, con la que interactuamos, está allí por algo y para algo. Supone un paso adelante en nuestras vidas.
Hace un par de meses, llegó a mis manos información sobre un programa de espiritualidad en México. Espiritualidad Pragmática. Me atrajo lo que leí. Iba dirigido a “individuos comprometidos con su desarrollo, que desean conocer una propuesta profunda y efectiva para el desarrollo espiritual”.
Seguí leyendo.
Qué será la “Espiritualidad Pragmática”? Decía así: “La Espiritualidad Pragmática es una propuesta para una vida de conexión con la espiritualidad, a través de prácticas simples de incorporar en la cotidianeidad, con mayor énfasis en el hacer, que en el creer y con respeto pleno hacia el creer de todo individuo”.
Entendí que aquella propuesta era, nada más y nada menos, una nueva forma de vivir. Insisto. Una nueva forma de vivir!
Me atrajo la propuesta. Me atrajo su guía. Manolo Cetina. Alguien a quien yo admiraba desde hacía tiempo.
Sentí que tenía que estar allí.
Todo se desvaneció cuando miré mi agenda. Definitivamente, lo descarté. Los días estaban ocupados. Compromisos difíciles de mover. Entendí que no sería para mí. Quizá no era el momento.
No obstante, no podía quitarme de la cabeza este programa.
En unas horas mis compromisos se desvanecieron. Mi agenda se liberó de una forma sorprendente. Casi mágica. De nuevo se hizo consciente el siguiente mensaje “ lo que sucede es lo único que podía haber sucedido en ese momento”. El mensaje era claro. “Era el momento”.
Desde entonces, han pasado grandes cosas.
He aprendido a escuchar el río. A admirar lo bello. A contemplar mi sombra. A fluir con el agua. A observar el sol.
He aprendido que, el hombre es un ser de la naturaleza, pero al mismo tiempo la trasciende. Su dimensión espiritual es lo que le distingue del resto de seres naturales. La espiritualidad implica aceptar la vida y su complejidad. Va mucho más allá de desear un mundo en paz y sin problemas. Implica Amor con mayúsculas. Visión global. Plenitud. Para acceder a esta dimensión, no hay un camino único.
He aprendido que no hace falta estar hablando de espiritualidad constantemente. Tampoco es necesario meditar. Ni hablar despacio. Ni hacer yoga o tai-chi. No es necesario escuchar mantras o cantos gregorianos. Se puede ser igual de espiritual escuchando a Deva Premal que a Jason Mraz. Lo valioso de la espiritualidad es que está en todas partes. En la orilla del mar. Al borde de un acantilado. En el rocío de la mañana. En el sonido del río. En el ruido de la autopista. En las procesiones de la Semana Santa. En la fiesta del sábado con amigos. En una conversación. En el silencio.
La espiritualidad no es sino, un camino de búsqueda y de crecimiento. Un camino de aceptación, conexión y fluidez. Un camino personal, individual y único para cada uno. Un camino de encuentro. Encuentro con uno mismo. Encuentro con los demás. Un camino de disfrute. Sorpresa. Admiración de todo cuanto nos rodea. Alegría y posibilidad.
He aprendido todo lo que me queda por aprender, por integrar, por vivir. He aprendido lo importante del paso a paso. De caminar. He aprendido que cuando avanzas también puedes retroceder. Sin culpas.
Eso está bien.
Reconozco una nueva forma de vivir donde nada está bien o está mal. Donde nada es blanco o negro. Donde no es mejor pensar que sentir. Ni sentir que pensar. Una nueva forma de vivir donde “simplemente” somos.
Gracias Manolo.
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